martes, 14 de octubre de 2008

Rima del anciano marinero, Parte I (I - V)


Este post esta dedicado a amigo, que esta siempre, en las buenas y en las malas, mi gran y mejor amigo Pablo, que anda conmigo este camino…. se que lo va a disfrutar mucho.
Se trata del poema de S.T. Coleridge “Rima de un anciano marinero” con las ilustraciones de G. Doré, lo voy a subir en dos partes porque es bastante largo y un poco incomodo de editar en el blog. Así que aquí les dejo la primer parte que abarca desde la parte I hasta la V. Disfrútenlo.



ARGUMENTO


Cómo una nave que habiendo cruzado la Línea fue arrastrada por las
Tormentas al País helado que está hacia el Polo Sur; y cómo desde ese
lugar siguió rumbo hacia las Latitudes tropicales del Gran Océano
Pacífico; y de las cosas extrañas que ocurrieron; y de qué forma el
Antiguo Marinero regresó a su País.


I
Es un anciano Marinero,
y detuvo a uno de los tres:
«Por tu barba gris y tus ojos que relucen,
dime, ¿por qué causa me detienes?

Las puertas del Novio están de par en par abiertas
y yo soy pariente suyo;
los Invitados ya se han reunido, la Fiesta está lista,—
oír puedes la alegría del estruendo.»

Mas aún retiene al invitado a la boda—
«Había una Nave,» le dice aquél—
«No, si contarme quieres alguna historia divertida,
¡Marinero! ven conmigo.»

Le retiene con su mano descarnada,
dice aquél: «había una Nave...»
«¡Márchate ya de aquí tú pelmazo de la barba gris!
Que en otro caso habrás de tropezar con mi Cayado.»

Le contempla con sus ojos brillantes—
el invitado a la boda hubo de quedarse quieto
y escucha como un niño de tres años;
el Marinero consiguió lo que quería.

El invitado a la boda se sentó sobre una piedra,
salvo oír nada podía:
y así siguió hablando aquel anciano,
aquel Marinero de ojos relucientes.

«A la Nave se le puso el aparejo, dejamos el Puerto—
con cuánta alegría pasamos
bajo la Iglesia, bajo el Monte,
bajo el promontorio del Faro.

Por que causa me detienes?


El invitado a la boda se sento sobre una piedra


«El Sol surgió del lado izquierdo,
del mismo Mar surgió:
y brilló con fuerza, y por la derecha
se sumergió en el Mar.

«Más y más alto cada día,
hasta que sobre el mástil, a mediodía—»
el invitado a la boda en este punto se dio un golpe en el pecho,
porque había oído el estruendo del fagot.

La Novia entrado había en el Pórtico,
roja va como una rosa;
inclinando las cabezas avanzan ante ella
los Músicos alegres.

El invitado a la boda se dio un golpe en el pecho,
mas salvo oír nada podía:
y así siguió hablando aquel Anciano,
el Marinero de ojos relucientes.

«¡Escucha, Desconocido! Tempestad y Viento,
¡Un fuerte Viento y una Tempestad!
Durante días y semanas sometiéndonos a su capricho
como Paja íbamos arrastrados.

Roja va como una rosa.

un fuerte viento y una tempestad.


«¡Escucha, Desconocido! Bruma y Nieve,
Un frío asombroso nos envolvía:
Hielo de la altura del mástil llegaba flotando
verde como Esmeralda.

«Y a través de las corrientes las cumbres nevadas
enviaban sus lúgubres brillos;
ni formas humanas ni de bestias conocimos—
por todas partes estaba el Hielo.

«Hielo a un lado, Hielo al otro,
Hielo por todas partes:
crujía y gruñía, y rugía y aullaba—
como en los sonidos de un desmayo.—

«Al cabo por allí cruzó un Albatros,
a través de la Niebla vino;
y como si fuera el Alma de un Cristiano,
le saludamos invocando el nombre de Dios.

«Los Marineros le dieron galleta llena de gusanos,
y volaba dando vueltas y vueltas:
el Hielo se quebraba con el ruido de un Trueno;
el Timonel nos guió a través de aquellas aguas.



Hielo a un lado, hielo al otro, hielo por todas partes

un frrio asombroso nos envolvia


al cabo por alli cruzo un albatros


«Y un buen viento del sur comenzó a soplar de popa,
el Albatros nos seguía;
y cada día, fuera por querer comida, fuera por juego,
¡acudía al oír la llamada del Marino!

«Entre la bruma y las nubes, sobre el mástil o los lienzos
se posó durante nueve vísperas,
mientras durante toda la noche a través de la blancura de la niebla
relucía la blancura de la luz de la luna.»

«¡Qué Dios te guarde, anciano Marinero!
De los demonios que de ese modo te atormentan—
¿Por qué tienes ese aspecto?» ...«con mi ballesta
maté al Albatros.»


II
«El Sol surgió del lado izquierdo,
del mismo Mar surgió;
y ancho como un gallardete en las jarcias a babor
se sumergió en el Mar.


Con mi ballesta amte al albatros


«Y el buen viento del sur seguía soplando de popa,
más no había Pájaro tranquilo que siguiese
¡ningún día en pos de alimento o bien por juego
acudía al oír la llamada del Marino!

«Y yo había cometido una acción demoníaca
que no habría de traer sino desdichas:
pues para decirlo todo, había dado muerte al Ave
que hacía que la Brisa soplara.

«Ni tenue, ni rojo, como la cabeza misma de Dios,
el Sol glorioso se elevó:
entonces todos declararon que yo había matado al Ave
que había traído a la niebla y a la bruma.
Que bien estaba, dijeron, a tales pájaros matar
que traen niebla y bruma.

«Soplaron las brisas, se agitaba la blanca espuma,
libre seguía el surco:
éramos los primeros que por vez primera irrumpíamos
en aquel Mar silencioso.

Y yo había cometido una acción demoníaca


Al cabo se detuvo la brisa, las Velas se destensaron,
fue cosa tan triste como triste pueda ser
y hablábamos por romper tan sólo
el silencio del Mar.

«Rotundo en un cielo caluroso y cobrizo
el sol sangriento al mediodía
se alzaba justo sobre el mástil,
sin ser más grande que la luna.

«Día tras día, un día tras otro,
nos quedamos quietos, ni soplo ni movimiento,
tan quietos como un Barco en un dibujo
en un Océano dibujado.

«Agua, agua, por todos lados,
y todas nuestras planchas encogían;
agua, agua, por todos lados
y ni una sola gota que beber.

«Hasta las mismas profundidades se pudrían: ¡Ay Cristo!
¡Que todo esto llegase a acontecer!
Pues sí, cosas viscosas con patas se arrastraban
por el Mar viscoso.
«Alrededor, alrededor, con empeño

agua agua por todos lados

«Alrededor, alrededor, con empeño y desorden
los fuegos de la Muerte danzaban por la noche;
el agua, semejante a los ungüentos de una bruja,
ardía de verde y de azul y de blanco.

«Y algunos en sueños fueron advertidos
acerca del Espíritu que así nos atormentaba:
a nueve brazas de profundidad nos había seguido
desde la Tierra de la Bruma y la Nieve.

«Y cada lengua por la total falta de agua
se había agostado desde la raíz;
no podíamos hablar mejor que si
estuviésemos atragantados con hollín.

«¡Ay, qué gran desdicha! qué miradas malignas
recibí de viejos y de jóvenes;
en lugar de la Cruz al Albatros
colgaron de mi cuello.»


III

«Vi algo en el Cielo
que no era mayor que mi puño;
al principio parecía una mota pequeña
y luego se fue convirtiendo en una figura nebulosa:
se movía y se movía, y al fin tomó
una forma concreta, bien la conocía.

los fuegos de la muerte danzaban por la noche

a nueve brazas de profundidad nos habia seguido desde la tierra de la bruma y la nieve


«¡Una mota, una figura nebulosa, una forma, bien conocida!
y seguía acercándose,
y acercándose; y, si acaso anunciaba algún cúmulo de aguas,
se sumergió, y viró, y cambió de rumbo.

«Con la garganta reseca, con los labios negros y abrasados
no podíamos reírnos, ni quejarnos:
entonces, mientras por sed todos mudos permanecían
me mordí el brazo y me chupé la sangre
y di la voz: ¡Vela a la vista! ¡Vela a la vista!

«Con la garganta reseca, con los labios negros y abrasados
con la boca abierta me oyeron gritar:
¡A Dios gracias! de júbilo pudieron sonreír
y todos a un tiempo el aliento contuvieron
mientras todos aplacaban su sed.

«No se bamboleaba de un lado a otro—
para hacernos allí trabajar tranquilamente
sin viento, sin corrientes,
se queda con la quilla bien derecha.

y di la voz: Vela a la vista! Vela a la vista!


«Las olas de poniente estaban en llamas por completo,
¡el día ya casi había acabado!
Casi en lo alto del oleaje de poniente
se detenía el Sol ancho y luminoso
cuando de pronto aquella forma extraña se interpuso
entre nosotros y el Sol.

«Y de pronto el Sol se empañó detrás de unos barrotes
(Que la madre celestial se apiade de nosotros)
como si tras las rejas de un calabozo nos mirase
con un rostro ancho y ardiente.

«¡Ay! (pensé yo, y mi corazón latió con fuerza)
¡Cuán deprisa se acerca y se aproxima!
¡Son esas sus Velas, las que miran hacia el Sol
como telarañas incansables?

«¡Son estas sus costillas desnudas, que empañaron
al sol que tras ellas nos miraba?
¿Y son estos dos toda, toda su tripulación,
esa mujer y su descarnado Compañero?

«Sus huesos eran negros, llenos de grietas,
todos desnudos y negros, de tal opinión era;
de azabache y mondos, salvo allí donde carcomidos
por los mohos de la humedad, y la costra del osario
se cubrían de parches de púrpura y de verde.

«Sus labios son rojos, despejada su mirada,
sus bucles amarillos como el oro:
su piel blanca como la lepra,
y mucho más se parece a la Muerte que su acompañante;
helado al aire calmo vuelven sus carnes.

El desnudo Casco se acercó a nuestro costado
y la Pareja aquella jugaba a los dados;
«¡El Juego ha terminado! ¡He ganado, he ganado!»
dice ella, dando tres silbidos.

«Un soplo de viento se levanta a popa
y silba entre sus huesos;
por los huecos de sus ojos y por el hueco de su boca
silba a medias y a medias gime.

«Sin un solo susurro del Mar
Allá se aleja deprisa la espectral Nave;
mientras surgen por encima de las rejas del Oriente
los cuernos de la Luna, con una Estrella reluciente
casi entre sus puntas.


el juego ha terminado: he ganado! he ganao !

«Uno tras otro bajo los cuernos de la Luna
(¡Escúchame, oh desconocido!)
todos volvieron sus caras con una mueca de dolor agudo
y me maldijeron con su mirada.

«Cuatro veces cincuenta hombres con vida,
sin un solo suspiro, sin una sola queja,
dando un gran golpe, como una masa sin vida
fueron cayendo uno tras otro.

«Sus almas se escaparon de sus cuerpos,—
volaron hacia la bienaventuranza o la perdición
y cada una de las almas pasó a mi lado,
como el zumbido de mi Ballesta.»


IV
«¡Te tengo miedo, anciano Marinero!
Me da miedo tu mano descarnada;
Y además eres larguirucho, y flaco, y muy tostado
como lo es la ondulada arena del Mar.

y me maldijeron con su mirada


«Te temo a ti y a tus ojos relucientes
y a tu mano descarnada tan oscura—»
«¡No temas, no temas, invitado de la boda!
Que no cayó sin vida este cuerpo.

«Solo, solo, en verdad completamente solo
solo en la ancha inmensidad del Mar;
y Cristo no habría de tener compasión
de mi alma en agonía.

«¡Tantos hombres tan hermosos,
y todos ellos yacían muertos!
Y un millón de millones de cosas repugnantes
seguían vivas—como yo.

«Miré hacia el Mar putrefacto,
y al instante retiré los ojos;
miré hacia la cubierta fantasma,
y allí yacían los muertos.

«Miré al Cielo, e intenté rezar;
mas en cuanto había terminado una oración,
un susurro maligno me alcanzaba y me volvía
el corazón tan seco como el polvo.


y cristo no habria de tener compasion de mi alma en agonia

mire hacia el marputrefacto


«Cerré los párpados y los mantuve bien cerrados,
hasta que los globos de los ojos me latían intensamente;
porque el cielo y el mar, y el mar y el cielo
sobre mis ojos cansados pesaban como una carga insoportable,
y los muertos estaban a mis pies.

«El sudor frío se fundía en sus cuerpos:
ni se descomponían, ni apestaban;
la mirada con la que me contemplaban,
nunca jamás se me ha olvidado.

«La maldición de un huérfano al Infierno arrastraría
a un espíritu de lo alto:
Mas, ¡ah!, ¡más terrible es que todo eso
la maldición de los ojos de un muerto!
Durante siete días y siete noches contemplé aquella maldición,
y a pesar de ello morir no pude.

«La Luna inquieta caminaba por el cielo
y en ningún lugar se detenía:
con calma iba ascendiendo
con una estrella o dos al lado.

y a pesar de ello morir no pude

la luna inquieta caminaba por el cielo y en ningun lugar se detenia


«Sus rayos imitaban el sofoco de las aguas,
como escarcha matutina se extendían;
mas allí donde se extendían la sombra enorme del barco,
las aguas encantadas siempre ardían
con un rojo tranquilo y terrible.

«Más allá de la sombra del navío
contemplaba las serpientes de las aguas:
se movían dejando estelas de blanco resplandor;
y cuando se erguían, la luz encantada
se convertía en copos canos.

«Dentro de la sombra del navío
contemplaba su atavío tan suntuoso:
azules, de un verde brillante, y de negro terciopelo
se enroscaban y nadaban, y cada estela
era un relámpago de fuego dorado.

«¡Ah felices criaturas vivientes! no hay lengua
que declarar pueda su belleza:
¡un torrente de amor brotó de mi corazón,
y las bendije sin haberme dado cuenta!
De seguro que mi santo patrón se apiadó de mí,
y las bendije sin haberme dado cuenta.

contemplaba las serpientes de agua

«En aquel preciso instante fui capaz de rezar;
y de mi cuello entonces liberado
se desplomó el Albatros, y se hundió
como plomo en el mar.»

1 comentario:

Obrero metalúrgico dijo...

Qué barbaro, la verdad que te pone la piel de gallina esa letra, y, es Maiden, después de todo :P
Gracias por el post posta, me siento honrado de poder compartir alegrías con vos, "a vos arquetipo del nunca aflojarme, leal y gamba, amigo fundido estoy con vos."